Allá por el año 2001 o 2002, cuando la Red Yaguareté estaba formándose casi que espontáneamente -era tan solo una pequeña página web-, recibí un mail de Juan Carlos Chebez, el gran naturalista, "el que había escrito Los Que Se Van", el libro más completo sobre especies amenazadas de la Argentina, donde me invitaba a la sede central de la Administración de Parques Nacionales a conversar sobre el Yaguareté. Él formaba parte entonces del Honorable Directorio y grande fue mi sorpresa, pero desde luego acepté la invitación.
Y aquel sitio quedó siempre en mi memoria, y la frase del tren también... miro ahora mapas viejos que por entonces yo hacía a mano -me encantan los mapas- y ya estaba marcada La Fidelidad, a ojo porque no sabía bien donde era. Llegó a ser un sitio casi místico para mí, como irreal. Frecuentemente cazadores que entraban a la estancia escribían mails a la Red contando que habían encontrado huellas "de Tigre" en la costa del río... pero por H o por B, todo seguía bajo un halo de misterio...
Y entonces me pregunto cual sería el nombre más apropiado para La Fidelidad, si será ese o si podría llamarse Parque Nacional La Fidelidad Juan Carlos Chebez... al fin y al cabo, por más que muchos anden renegando porque no era científico académicamente certificado, era el que más sabía, el que más enseñó, el que más abierto siempre estuvo, el que se ocupó del bicho más lindo hasta el más "feo", el que más coraje tenía para salir a defender áreas naturales aún a riesgo de su cargo (como pasó cuando señaló que el Corredor Verde era una mentira -luego todos lo comprobaríamos- y lo bajaron de la dirección de la Delegación NEA de Parques Nacionales), y el que más injerencia tiene aún entre todos los que nos dedicamos a conservar la naturaleza, a través de lo que sembró. No fui amigo de él, pero aquella charla -y otras posteriores-, dejó en mi una semilla que hoy crece con el abono de mi pasión y convicción para conservar al yaguareté, a todos sus vecinos y sus montes.
Ojalá Juan, que estés muy bien, y gracias por aquel tiempo en esa sala del primer piso de la avenida Santa Fe, ni te imaginás todo lo que aprendí ese día, y aprender, como dijo Fritz Perls, es darse cuenta de que algo es posible.